Instituto Presidente Errázuriz

"50 AÑOS Evangelizando Chile"

PORTAL NOTAS

Evangelio Día Viernes 06 Octubre 2017

Viernes de la vigésima sexta semana del tiempo ordinario

San Bruno de Colonia 

Leer el comentario del Evangelio por 
Hugo de San Víctor : «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza» 

Baruc 1,15-22.

Ustedes dirán: Al Señor, nuestro Dios, pertenece la justicia; a nosotros, en cambio, la vergüenza reflejada en el rostro, como sucede en el día de hoy; vergüenza para los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, 
para nuestros reyes y nuestros jefes, para nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros padres. 
Porque hemos pecado contra el Señor, 
le hemos sido infieles y no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, que nos mandaba seguir los preceptos que él puso delante de nosotros. 
Desde el día en que el Señor hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, hasta el día de hoy, hemos sido infieles al Señor, nuestro Dios, y no nos hemos preocupado por escuchar su voz. 
Por eso han caído sobre nosotros tantas calamidades, así como también la maldición que el Señor profirió por medio de Moisés, tu servidor, el día en que hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, para darnos una tierra que mana leche y miel. Esto es lo que nos sucede en el día de hoy. 
Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, conforme a todas las palabras de los profetas que él nos envió. 
Cada uno se dejó llevar por los caprichos de su corazón perverso, sirviendo a otros dioses y haciendo el mal a los ojos del Señor, nuestro Dios. 


Lucas 10,13-16.

¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza. 
Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. 
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. 
El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió". 

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. 

Leer el comentario del Evangelio por : 

Hugo de San Víctor (¿-1141), canónigo regular, teólogo 
Tratado de los sacramentos de la fe cristiana, II, 1-2; PL 176, 415 

«Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza»

 

     Como el aliento del hombre pasa por la cabeza para descender a los miembros y vivificarlos, también el Espíritu Santo viene a los cristianos a través de Cristo. La cabeza es Cristo, el miembro es el cristiano. Hay una cabeza y muchos miembros, un solo cuerpo formado por la cabeza y los miembros, y en este solo cuerpo un único Espíritu que está en plenitud en la cabeza y en participación en los miembros. Si, pues, no hay más que un cuerpo, tampoco hay más que un solo Espíritu. Quien no está en el cuerpo no puede ser vivificado por el Espíritu, según la palabra de la Escritura: «Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo» (Rm 8, 9), porque quien no tiene el Espíritu de Cristo no es miembro de Cristo. 

     Nada de lo que forma parte del cuerpo está muerto; nada de lo que está separado del cuerpo, está vivo. Nosotros llegamos a ser miembros por la fe, somos vivificados por el amor. Por la fe recibimos la unidad, por la caridad recibimos la vida. El sacramento del bautismo nos une, el Cuerpo y la Sangre de Cristo nos vivifican. Por el bautismo llegamos a ser miembros del cuerpo, por el Cuerpo de Cristo participamos en su vida.

Evangelio Día Jueves 05 Octubre 2017

Jueves de la vigésima sexta semana del tiempo ordinario

Beata María Teresa Kowalska 

Leer el comentario del Evangelio por 
Benedicto XVI: La caridad, alma de la misión 

Nehemías 8,1-4a.5-6.7b-12.

Todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está ante la puerta del Agua. Entonces dijeron a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que el Señor había dado a Israel. 
El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. 
Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley. 
Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían hecho para esa ocasión. Junto a él, a su derecha, estaban Matitías, Semá, Anaías, Urías, Jilquías y Maaseías, y a su izquierda Pedaías, Misael, Malquías, Jasúm, Jasbadaná, Zacarías y Mesulám. 
Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo - porque estaba más alto que todos - y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. 
Esdras bendijo al Señor, el Dios grande y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: "¡Amén! ¡Amén!". Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra. 
Josué, Baní, Serebías, Iamín, Acub, Sabtai, Hodías, Maaseías, Quelitá, Azarías, Jozabad, Janán y Pelaías - los levitas - exponían la Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. 
Ellos leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura. 
Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: "Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren". Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. 
Después añadió: "Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque este es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes". 
Y los levitas serenaban al pueblo, diciendo: "¡Tranquilícense! Este día es santo: no estén tristes". 
Todo el pueblo se fue a comer y a beber, a repartir porciones y a hacer grandes festejos, porque habían comprendido las palabras que les habían enseñado. 


Lucas 10,1-12.

El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. 
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. 
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. 
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. 
Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'. 
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. 
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. 
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; 
curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'." 
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: 
'¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca'. 
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad. 

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. 

Leer el comentario del Evangelio por : 

Benedicto XVI, papa 2005-2013 
Mensaje para la jornada mundial de la misiones 2006 

La caridad, alma de la misión

 

La misión, si no es fruto de la caridad, si no brota de un profundo acto de amor divino, corre el riesgo de reducirse a una simple actividad filantrópica y social. El amor que Dios tiene por cada persona constituye, en efecto, el corazón de la experiencia y del anuncio del Evangelio, y todos los que lo acogen se convierten, a su vez, en unos testigos. El amor de Dios que da vida al mundo es el amor que nos ha sido dado en Jesús, Palabra de salvación, icono perfecto de la misericordia del Padre celestial. 

El mensaje salvífico podría muy bien resumirse con las palabras del evangelista Juan: “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él” (1Jn 4,9). Jesús lo confió el mandamiento de difundir el anuncio de este amor, a sus apóstoles después de su resurrección, y los apóstoles, transformados interiormente el día de Pentecostés por el poder del Espíritu Santo, comenzaron a dar testimonio del Señor muerto y resucitado. Después la Iglesia ha seguido esta misma misión, que constituye, para todos los creyentes, un compromiso permanente al que no se puede renunciar.

Evangelio Día Martes 03 Octubre 2017

Martes de la vigésima sexta semana del tiempo ordinario

San Francisco de Borja, Beato José María Poyatos Ruiz 

Leer el comentario del Evangelio por 
San Agustín : «No lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén» 

Zacarías 8,20-23.

Así habla el Señor de los ejércitos: Vendrán asimismo pueblos y habitantes de muchas ciudades. 
Los habitantes de una ciudad irán a otra, diciendo: "Vamos a apaciguar el rostro del Señor y a buscar al Señor de los ejércitos; yo también quiero ir". 
Pueblos numerosos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén a buscar al Señor de los ejércitos y a apaciguar el rostro del Señor. 
Así habla el Señor de los ejércitos: En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones, tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: "Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes". 


Lucas 9,51-56.

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén 
y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. 
Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. 
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". 
Pero él se dio vuelta y los reprendió. 
Y se fueron a otro pueblo. 

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. 

Leer el comentario del Evangelio por : 

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sermón sobre el salmo 64 

«No lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén»

 

     Hay dos ciudades: una se llama Babilonia, la otra Jerusalén. El nombre de Babilonia significa «confusión»; Jerusalén significa «visión de paz». Mirad bien a la ciudad de confusión para mejor conocer la visión de paz; soportad la primera, aspirad a la segunda. 

     ¿Qué es lo que nos permite distinguir a estas dos ciudades? ¿Podemos ahora separar la una de la otra? Están mezcladas una en la otra, desde el amanecer del género humano, se encaminan hacia el fin de los tiempos. Jerusalén nació con Abel, Babilonia con Caín... La materialidad de las dos ciudades se construyó más tarde, pero representan simbólicamente a las dos ciudades inmateriales cuyos orígenes remontan el comienzo de los tiempos y que deben durar hasta la consumación de los siglos. Entonces el Señor las separará, cuando ponga a unos a su derecha y a los otros a su izquierda (Mt 25,33)... 

     Pero ya ahora hay alguna cosa que distingue a los ciudadanos de Jerusalén de los de Babilonia: son dos amores. El amor de Dios hace Jerusalén; el amor del mundo hace Babilonia. Preguntaos  que es lo que amáis y sabréis de dónde sois. Si os encontráis con que sois ciudadanos de Babilonia, arrancad de vuestra vida la codicia, plantad en ella la caridad; si os encontráis con que sois ciudadanos de Jerusalén, soportad pacientemente la cautividad, esperad vuestra liberación. En efecto, muchos de los ciudadanos de nuestra madre Jerusalén (Gal 4,26) primero habían sido cautivos de Babilonia... 

     ¿Cómo despertar en nosotros el amor a la Jerusalén, nuestra patria, de la que el largo exilio nos ha hecho perder el recuerdo? Es el Padre, él mismo, quien desde allá nos escribe y con sus cartas, que son las Santas Escrituras, enciende de nuevo en nosotros la nostalgia del retorno.

Evangelio Día Lunes 02 Octubre 2017

Beato Antonio Chevrier 

Leer el comentario del Evangelio por 
Orígenes : «Sus ejércitos, servidores de sus deseos» (sl 102,21) 

Exodo 23,20-23.

Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado. 
Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él. 
Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios. 
Entonces mi ángel irá delante de ti y te introducirá en el país de los amorreos, los hititas, los perizitas, los cananeos, los jivitas y los jebuseos, y los exterminará. 


Mateo 18,1-5.10.

En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?". 
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos 
y dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. 
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. 
El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. 
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial." 

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. 

Leer el comentario del Evangelio por : 

Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo 
Homilías sobre Ezequiel I, 7 

«Sus ejércitos, servidores de sus deseos» (sl 102,21)

 

Los ángeles descienden a los que tiene que salvar. «Los ángeles subían y bajaban sobre el Hijo del hombre» (Jn 1,15); y «se le acercaban y le servían» (Mt 4,11). Ahora bien, los ángeles descendían porque Cristo había descendido el primero; temían descender antes de que se lo ordenara el Señor  de la fuerzas celestes y de todas las cosas (Col 1,16). Pero cuando han visto al Príncipe de los ejércitos celestiales permanecer sobre la tierra, entonces, a través de este camino abierto por Él, han seguido a su Señor, obedientes a la voluntad de aquél que los puso como guardines de todos los que creen en su nombre. 

Tú mismo,  ayer, estabas bajo la dependencia  del demonio, hoy, estás bajo la de un ángel. «Estad atentos, dice el Señor, para no menospreciar a ninguno de estos pequeños» que están en la Iglesia, «porque, en verdad os lo digo, sus propios ángeles ven constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos». Los ángeles están consagrados  a tu salvación, y se dedican al servicio del Hijo de Dios y dicen entre ellos : « Si Él ha descendido tomando un cuerpo, si se ha  revestido de una carne mortal, si ha soportado la cruz, si ha muerto por todos  los hombres ¿por qué descansar, por qué ahorrarnos trabajo? ¡Vayamos, ángeles  todos, descendamos del cielo!» Por eso cuando Cristo nació había «una multitud de los ejércitos celestiales alabando y glorificando a Dios» (Lc 2,13).

Evangelio Día Jueves 28 Septiembre 2017

Jueves de la vigésima qunita semana del tiempo ordinario

San Wenceslao, San Simón de Rojas, 

Leer el comentario del Evangelio por 
San Ambrosio : «Herodes tenía ganas de verlo» 

Ageo 1,1-8.

En el segundo año del rey Darío, el primer día del sexto mes, la palabra del Señor fue dirigida, por medio del profeta Ageo, a Zorababel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá y a Josué, hijo de Iehosadac, el Sumo Sacerdote, en estos términos: 
Así habla el Señor de los ejércitos: Este pueblo dice: "Todavía no ha llegado el momento de reconstruir la Casa del Señor". 
Y la palabra del Señor llegó, por medio del profeta Ageo, en estos términos: 
¿Es este acaso el momento de que ustedes vivan en sus casas revestidas de madera, mientras esta Casa está en ruinas? 
Ahora bien, así habla el Señor de los ejércitos: ¡Consideren la situación en que se encuentran! 
Ustedes han sembrado mucho, pero han cosechado poco; han comido, pero no se han saciado; han bebido, pero no han apagado su sed; se han vestido, pero no se han abrigado; y el asalariado ha puesto su jornal en saco roto. 
a Así habla el Señor de los ejércitos: 
Suban a la montaña traigan madera y reconstruyan la Casa; yo la aceptaré gustoso y manifestaré mi gloria, dice el Señor. ¡Consideren la situación en que se encuentran! 


Lucas 9,7-9.

El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: "Es Juan, que ha resucitado". 
Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado". 
Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo. 

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. 

Leer el comentario del Evangelio por : 

San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia 
Comentario al Evangelio de san Lucas, I, 27 

«Herodes tenía ganas de verlo»

 

     El Señor no es visto en este mundo más que cuando él quiere. ¿Qué tiene ello de sorprendente? En la resurrección misma no se concedió ver a Dios más que a aquellos que tenían puro el corazón: «Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Cuántos bienaventurados había ya enumerado y, sin embargo no les había prometido esta posibilidad de ver a Dios. Si los que tienen limpio el corazón verán a Dios, indudablemente que los demás no lo verán...; el que no ha querido ver a Dios, no lo verá. 

     Porque no es en un lugar determinado donde se ve a Dios, sino en el corazón limpio. No son los ojos del cuerpo los que buscan a Dios; no se deja él abarcar con la mirada, ni poderlo coger al tocarlo, ni oído en la conversación, ni reconocido en su andar. Se le cree ausente y se le ve; está presente y no se le ve. Por otra parte, los mismos apóstoles no todos veían a Cristo; por eso les dijo: «Tanto tiempo que estoy con vosotros ¿y todavía no me conoces?» (Jn 14,9). En efecto, cualquiera que ha conocido: «cual es lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo –el amor de Cristo que sobrepasa a todo conocimiento» (Ef 3, 18-19) éste ha visto a Cristo, ha visto al Padre. Porque los demás no es según la carne que conocemos a Cristo (2C 5,16), sino según el Espíritu: «El Espíritu que está frente a nosotros, es el Ungido del Señor, el Cristo» (Lm 4,20). ¡Que en su misericordia se digne llenarnos de la plenitud de Dios, para que podamos verle!.

HORARIO DE CLASES, ATENCION DE APODERADOS , HORARIO ENTRADA , SALIDA

Documentos de Pastoral

Documentos de Pastoral.

Proyecto educativo, reglamentos, manuales

Conozca toda la documentación del colegio.

Está aquí: Inicio Evangelio del día